domingo, 16 de noviembre de 2008







Super Barrio Gómez es un héroe popular mexicano perteneciente a la organización mexicana de lucha por la vivienda Asamblea de Barrios, cuyo éxito lo ha convertido en un símbolo de lucha emblemático del movimiento urbano-popular mexicano. Luego del terremoto que azotara la Ciudad de México en septiembre de 1985, Asamblea de Barrios y el personaje Super Barrio adquieren relevancia en la defensa de los derechos a la vivienda de los damnificados.
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A diferencia de la mayor parte de los superhéroes, Super Barrio participa verdaderamente en política en México, negociando con las autoridades, encabezando manifestaciones o concediendo entrevistas a los medios de comunicación. Hollywood demandó incluso a la organización Asamblea de Barrios los derechos para adaptar la historia de Super Barrio a la pantalla (de acuerdo con Asamblea de Barrios, Cuatro años de lucha y los que faltan, México, 1991, p. 64).
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En 1988, Super Barrio declinó su candidatura simbólica a la presidencia de México a favor de Cuauhtémoc Cárdenas. Posteriormente, hizo campaña a la presidencia de los Estados Unidos de América.
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En la gran tradición mexicana de luchadores enmascarados (la cual incluye a luchadores profesionales que fueron estrellas del cine como El Santo y Blue Demon, entre otros), Super Barrio es el luchador social no ficticio (como sí lo son, por ejemplo, Kalimán o El Zorro) más importante junto con el Subcomandante Marcos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Sin embargo, a diferencia de este último, Super Barrio parece haber sido encarnado por diferentes ciudadanos y carece del perfil literario y militar del líder zapatista.





















México.-En las décadas de los 80’s y 90’s, un personaje funambulesco tomó las calles de la Ciudad de México, la urbe más poblada del planeta: Superbarrio Gómez. No era un luchador y se vestía como tal. O mejor aún: era un luchador y activista social que se disfrazaba de luchador —ese mundo enigmático, maravilloso y alucinante que Roland Barthes definió como “el mundo del catch”— y aparecía en la poblada urbe para defender todo tipo de cuestiones sociales.
De prominente vientre y cara jamás vista, Superbarrio alentó la participación social, organizó la vida y participación solidaria en los barrios y vecindades capitalinas, organizó a ciudadanos a exigir de las autoridades atención y respeto y su imagen fue creciendo con cada aparición pública que éste hacía.
Respaldó plebiscitos, la convención de Anáhuac para la conformación del Estado 32, la Convención del Movimiento Urbano Popular, políticas de salud pública en contra del sida, apoyó a organizaciones de mujeres, institutos de la vivienda (eran memorables sus encuentros a dos de tres caídas sin límite de tiempo en contra de luchadores que representaban a los voraces caseros) y su imagen con el puño en alto fue un todo un icono de las mencionadas décadas que ahora son olvido.
Emparentado con el folklore urbano de la megalópolis en que se ha convertido México, en 1996 Superbarrio fue postulado a la presidencia de los Estados Unidos e intelectuales del calibre del académico Noam Chomsky lo apoyaron en su cruzada política. Este icono surrealista declinaría su candidatura a la Presidencia de la República a favor de Cuauthémoc Cárdenas y lo apoyaría en su lucha en contra del salinato.
¿Quieren la inmortalidad? Para lograrlo hay que disfrazarse de luchador, ponerse una colorida capa en los hombros, adoptar un nombre de batalla y lo más importante: ponerse una buena máscara que cubrirá las imperfecciones del rostro y nos dará una nueva identidad ante los seguidores. No hay mejor y más claro ejemplo que el legendario “Santo”, el enmascarado de plata. La trilogía clásica se complementa con Mil Máscaras y Blue Demon.
Hoy, un pájaro volador recorre al país causando alaridos entre su fanaticada: Místico. De veloces y peligrosas acrobacias en el aire, Místico es el nuevo ídolo de México, un país que no puede vivir sin calarse las gafas de la imaginación y lo enigmático. De aquí entonces que en el imaginario colectivo todavía se recuerden las luchas perdidas de Superbarrio Gómez en contra de los caseros voraces, de los abusos de policías y de la autoridad oficial. El luchador se convirtió rápidamente en un símbolo de las masas y si había un movimiento ciudadano y una guerra por pelear en las calles capitalinas, lo más probable es que esta guerra fuera apoyada por Superbarrio.
Su imagen fue fotografiada hasta el cansancio en los diarios capitalinos. Su figura fue creciendo para ser imitado en varios lugares del mundo.
Aparecía lo mismo junto a Cuauhtémoc Cárdenas que junto a Carlos Monsiváis o Elena Poniatowska. Aparecía en presentaciones de libros, galerías de arte o encabezando a los vecinos de un barrio que exigían agua potable y trato digno de las autoridades en turno.
Escribe el sabio Barthes: “La lucha libre se ocupa fundamentalmente de escenificar un concepto puramente moral: la justicia. Sobre el ring y en el fondo de su ignominia voluntaria los luchadores siguen siendo dioses, porque son, durante algunos instantes, el gesto puro que separa al bien del mal...”
Superbarrio encarnó por mucho tiempo esta lucha entre el bien contra el mal (los usureros, la voraz banca, los policías represores, las malas autoridades). Hoy, luego de deambular por casi todas las calles de la ciudad de México en su lucha de antemano perdida, Superbarrio, su botarga y sus arreos de combate están en un museo capitalino.
Superbarrio Gómez somos todos.
Héroe popular

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